Ponerme mala como antes

Me gustaría ponerme mala como antes.

Pensaréis: “esta tía está loca” Creedme que no.

Siempre fui una persona muy enfermiza, una de esas a las que los virus la adoran, se le pegan y se resisten a abandonar. Desde muy pequeñita mi madre (la pobre) pasaba mitad de mes en urgencias por cualquier tipo de enfermedad terminada en -itis.

Ya de mayor (o de más grande) no era tan frecuente que me pusiera mala, pero sí más de lo normal. Y pasaba días en cama o en el sofá, descansando y tomando mis medicamentos.

No hace mucho hablando con una amiga me comentó: “Carola hace mucho que no te pones mala, verdad?” Y mi sincera respuesta fue: “No, ahora NO PUEDO ponerme mala” Y es verdad, una madre de un pollito bebé no puede ponerse mala.

¿Por qué? No porque nadie se pueda ocupar del bebé, o porque la casa estaría hecha un desastre (ya ves que problema) o porque Papá Pollito debería encargarse de todo. NO.

No podemos ponernos malas porque nuestro bebé no nos deja ponernos malas. 

Estos días un virus hizo estragos en mi organismo. Comenzó como una simple gripe, pero ayer me quería morir. No podía con mi alma, volaba de fiebre y los mocos no me dejaban respirar. Y sí, ya me tocaba.

Pero llegaba la hora de que mi Pollito llegara a la casa, y ahí no hay virus que valga. Un bebé no respeta ningún virus. Quiere jugar, comer, bañarse, correr… Quiere que sigamos con la misma actividad de todos los días, como es lógico.

Y muchas de estas cosas no quiere que la haga otra persona que no sea su madre. Mi mamá me ayudó bastante, dándole de cenar, o bañándolo, pero Gael quería a mamá. Y ahí que iba yo, que no podía con mi cuerpo a jugar con él en el suelo.

Y mientras mi pollito corría y gritaba como un loco, yo pensaba en lo mucho que extraño estar malita tumbada en el sofá, sin pensar en la comida que llevará a la guarde, o en que no tiene ropa planchada, o si dormirá bien por la noche. Estar mala sin condición, sin excepción.

Así comprendí, que hasta dentro de bastante tiempo, más me vale seguir haciéndome resistente a los virus y procurar no caer, porque ya no puedo: ya no entra dentro de mis derechos.

¿Te ha pasado a ti?

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